sábado, 31 de diciembre de 2011

Y... Otro premio. Estoy en racha

   

 

    Apenas otorgo los premios y me ha caído otro. Esto me supera y casi me ruboriza jaja. En esta ocasión, se acuerdan de mí desde el precioso blog de El Mundo de Kim y quiero agradecérselo enormemente y lo recibo con ganas. Me motiva a seguir escribiendo y a empezar el año con nuevas ideas para las entradas sobre temas que me hagan y hagan reflexionar sobre la maternidad y la paternidad en la forma que las concibo. Sé que no estarán exentas de comentarios en contra y muchos a favor. O al revés.

     Desde que tengo el blog (hace un par de meses, aunque lo abrí en 2009 y se quedó aparcado, como tarea pendiente), me he dado cuenta de que cada vez somos más las familias implicadas en una crianza respetuosa y natural y me faltan horas para perderme de blog en blog disfrutando de los pensamientos de muchas madres, y pocos padres. Casi todos me parecen maravillosos, unos más que otros, pero ninguno me ha dejado aún indiferente. Y es que están escritos con el corazón de una mujer, de una madre, por lo que con unas palabras u otras, mejor o peor escritos, siempre emocionan y hacen pensar, me despojan del ideario común desnaturalizado y consiguen que afiance más aún la impresión de que no somos nosotros los que vamos contracorriente, sino al contrario. O más bien que hay opciones, pero que este camino, para nosotros, es el que nos conduce a la felicidad. Y eso, es lo que importa.

    Y para terminar el año, no sin antes desearos un próspero 2012, le doy el premio a un blog en el que cada vez buceo más y me gusta. Tiene un encanto especial: La Familia Garrapata. Ahí quedó. Nos vemos todos por aquí, muy, muy pronto.

 

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Un premio para mi blog

   

    Hace ya algunas semanas que mi blog recibió un premio. Desconocía (y desconozco) este tipo de reconocimientos del mundo bloguero porque soy nuevo, "del paquete", como se suele decir. Pero no por ello dejó de asombrarme  y me gustó que alguien se fijara en lo que escribo y decidiera otorgarme esta distinción. Es para mí un placer y sí que voy a seguir la cadena. Tendrán que perdonarme si no cumplo las reglas, si no cito blogs de reciente creación o si meto la pata en algo, pero ahí van mi más sincero agradecimiento, mis deberes por haberlo recibido y mis recomendaciones, aunque prometo que más adelante, cuando tenga tiempo (dichoso reloj), dedicaré una entrada o me inventaré algo para hacer constar por aquí los blogs que considero interesantes.

    Recibí el premio de parte de Laura Nogueras, del blog Mi mamá me canta , y tengo que desvelar la palabra que más me gusta. He tenido muchas a lo largo de la vida que me han fascinado, pero siempre ha prevalecido "Libertad". Pero no es la que voy a proponer como preferida, ya que desde hace muy poco tiempo, la que más satisfacciones me da cuando la escucho, me eriza el vello y me enternece es "Papacito". Cada vez que mi hija la pronuncia se me caen los huevos (sin perdón por la expresión jeje). Nadie se lo ha enseñado, es lo que ella habrá entendido al escuchar alguna vez "papito" o "papaíto", supongo. Pero sea como sea, me encanta, me ilumina la cara y me entran cosquillas en el estómago.

    Y también debo citar cinco blogs que me gusten. Creo que es mejor si son de reciente creación, pero como ya digo, me coge bastante lego en el asunto y aunque reviso muchos de vez en cuando y es difícil elegir, algunos de los que más me gustan a día de hoy son (el orden no es por preferencia):

    Babog

    Radioschooling  (éste sí es de reciente creación)

    Tenemos Tetas

    Mi mamá me canta (no es peloteo, me gusta y lo sigo; tampoco sé si incumplo alguna norma)

    Lactando Amando


    Sigo bastantes más y quizás esta lista sea distinta si me preguntáis dentro de un mes. Otros no los cito en la lista por ser extremadamente conocidos aunque me parezcan buenísimos (El Blog de Armandilio , por ejemplo) y hay también webs sobre lactancia, crianza natural que a pesar de que incluso algunas son empresas merecen estar en los primeros puestos (Crianza Natural, por ejemplo), pero no es el caso de enumerarlas ahora.

    Que me perdone el resto de blogs que sigo y para los que siempre tengo un ratito, pero como aún voy saltando de aquí para allá e introduciéndome en este apasionante mundo, no he configurado aún una lista a conciencia ni uso aplicaciones para sindicarme sin perder entradas (mal hecho, lo sé, está entre mis deberes para el año que entra jeje).

    Y cómo no: mil gracias expresas y públicas a Laura Nogueras por el premio. Tenemos algo pendiente. Tú sabes.


 
 

lunes, 19 de diciembre de 2011

La obediencia del maleducado

 


    No, no voy a hablar de la teta en esta entrada. Que ya alguien me ha dicho que "siempre tengo la teta en la boca". Y aunque ha sido así hace un momento, físicamente me refiero (¡Qué rica está la leche de mi mujer!), sólo era un mini aperitivo, bromeando con mi hija. Seguiré dando la lata en muchas ocasiones con la lactancia, cómo no, pero hoy me apetece reflexionar sobre la obediencia.

    He tenido que escuchar en alguna ocasión -no sin responder lo que corresponde, claro- que mi hija es "una petarda", "malacostumbrada", "caprichosa"... Y algunos calificativos más. No me ofende en general, pero dependiendo de en qué contexto y de quién provenga, molesta, sí.

    Resulta que nos ha tocado vivir una época donde un niño bien educado es el que se queda quieto, el que no rompe nada, el que se come todo lo que le dan, el que duerme la noche de un tirón, el que no pide, no replica, no llora, no salta en el sofá, no interrumpe a "los mayores", recoge sus juguetes, no se ensucia...  y es obediente. Y cuando se trata de una actitud natural del niño, aunque es complicado que tenga todas estas supuestas "virtudes" a la vez, quizás no suponga un problema, pero si este retrato surge de la imposición premeditada y la educación de sus padres, permítanme decir que lo considero una negación absoluta de la infancia, un robo a mano armada, una privación de libertad y una falta de respeto a la propia vida.

    Los largos paseos en carrito encajonan al niño en un balcón estrecho sin calor humano desde donde ven el mundo como el que ve la tele en el sofá, promoviendo el sedentarismo desde edades tempranas cuando los niños saben y quieren ya andar. Si están junto a sus padres en una reunión, en un bar o en cualquier acto social se valora la quietud, "que no moleste". Ya incluso en las celebraciones de bodas los novios especifican que "no se admiten niños". ¡Qué pena!

    Está bien visto que trague a modo de pavo embuchado todo cuanto su amorosa madre le tritura: la frutita. Resulta que un bebé de... pongamos ocho meses, por ejemplo, se toma para merendar un remix compuesto por un plátano, una pera, tres galletas, media manzana y el zumo de una naranja, cuando menos. ¡Joder! Casi lo que podría tomar yo en una semana. Y todavía pretenden que cene un poco, a saber: un lomo de mero triturado con verduras variadas, un yogur y el biberón de leche con cereales. No sé cómo no revientan en la cama. Pobrecitos.

    Si no duermen toda la noche, es que "dan porculo" y se han acostumbrado a los brazos, tienen hambre (¿seguro?) o qué se yo. Si piden de todo, es que son caprichosos, no que expresan sus necesidades o buscan el afecto, la atención o simplemente divertirse con lo que piden para jugar con ello. Si replican y preguntan constantemente son unos "jartibles" (en andaluz, sí), no niños curiosos que desean aprender  y se le cortan las alas. Si lloran, es para manipular y dar la nota, no porque expresen su malestar por el motivo que sea. Si saltan en el sofá, se tiran al suelo o se ensucian con el barro, son "cafres y guarros", no experimentadores innatos. Y si además no obedecen a sus riñas, órdenes y peticiones, es porque quieren rebelarse, desafiar la autoridad de los padres, hacer daño y coger el brazo cuando sólo se le da la mano. He escuchado y leído que se vuelven "pequeños tiranos". Falso, rotundamente falso (se me ocurre además que quizás el cólico del lactante tenga que ver mucho con el malestar del bebé por muchas de estas cuestiones).

    Un niño obedece cuando entiende y tiene interiorizado que debe hacerlo por algún motivo convincente. Dependiendo de la madurez y la edad que tengan, ya no habrá que solicitar esa obediencia en algunos asuntos y reprobar otros. Es realmente penoso, que haya padres que estén constantemente hablando de disciplina cuando sus hijos no suben dos palmos del suelo. Tienen uno o dos años y ya creen que con sus actitudes "quieren subírsele a la chepa" y no se lo consienten. Imponen su autoridad a través del chantaje y el miedo, el castigo, el tortazo y el zamarreo. "Con los niños hay que tener mano dura". Siento un latigazo cada vez que alguien profiere estas palabras o las deja escritas para vender su supuesto buen hacer. A mí me gusta emplear las manos exclusivamente para abrazar, acariciar, mecer y acunar a mi hija. Mis manos son blandas. No creo en el cachete a tiempo, en "sólo le pego en el pañal", en "los tiempos fuera" ni en la obediencia sumisa e inaprensible para un niño.

    No deseo que mi hija ni ningún niño sea obediente cuando le digo que no arañe un mueble con las llaves de papá porque tema que la castigue, la deje sin ir al parque o lo que es peor: se quede sin postre (hay padres que juegan con la comida, sí) o le pegue (lamento que haya muchos que todavía hoy pegan a sus hijos); sino porque sepa que el mueble es algo relativamente valioso para nosotros y que supone un sacrificio económico comprar uno nuevo si lo estropea. Cuando es demasiado pequeña, aunque se le explique, probablemente no lo entienda, pero hay que hacerlo y apartarla si insiste o lo va a intentar de nuevo, permanecer atentos y no poner a su alcance las llaves. A lo mejor se conforma si le damos un trozo de cartón de algún electrodoméstico, un plástico, una tabla que poder arañar y reconducimos esa pulsión que nos parece destructora y estúpida, cuando puede que sea la semilla de la inquietud artística de una prestigiosa escultora. Pero si nos limitamos a reñir con un "No se araña el mueble, eres mala, eso no se hace, no está bien", se castiga y se le predispone para que vuelva a hacerlo con el manido "Como te pille...", "La próxima vez...", se afanará en hacer lo que quiere sin que la pillen para evitar el castigo sin saber por qué está mal "jugar" a hacer surcos en ese material que tanto le atrae. Y olvídate de camino de que sea escultora si le cierras las puertas a cada paso. Por si a ti que me lees te hubiera hecho ilusión ¡je!

    En algunos colegios, la desobediencia (y algunas malas conductas -o consideradas así por el maestro de turno, porque muchas no lo son-)  se castiga con la sillita  o el rincón de pensar. Pedagogía barata: creo que lo único que concluyen de su "reflexión" es la relación entre el castigo y el pensar. Mejor no pensar y hacer caso al maestro, diga lo que diga. ¡Ahhhhhhh! ¡Socorro! ¿Cómo va a reflexionar solo un niño pequeño sobre algo que no se le explica convenientemente, dialogando? Me gustaría estar en sus cabecitas para saber en qué se distraen durante esos minutos o qué traumas comienzan a forjarse.

    Pero mi hija es para ojos ajenos una petarda porque no ha querido ni quiere carro y corre (y vuela) entre las sillas de los bares, de un cacharro a otro en el parque, detrás de los perros... porque salta en el sofá cuando le apetece, porque juega con cualquier recipiente donde quepa algo de agua, se mancha con las témperas y comiendo, porque se sube a todo lo que alcanza y porque no se queda quieta. Está malacostumbrada porque quiere que le preste atención cuando hablo por teléfono o mantengo una conversación con alguien, porque llora si salgo de casa a hacer algún recado o a un examen porque quiere venir conmigo o porque se queja si no quiere comer determinado alimento. Y es caprichosa porque quiere teta en el supermercado, elegir (tiene sólo dos años -los cumple este enero-) la ropa que se pone, ir a visitar a una abuela y no a otra o que le ayude a levantarse de una caída su madre y no la prima, el abuelo o el primero que pasa. Mi hija es una desobediente porque le decimos que no se suba al mueble de nuestro amigo y no "acata la orden", cuando lo que busca es imaginar una casita, una cueva o el tubo de ikea por el que entra y sale de rodillas. En casa puede hacerlo, fuera quizás moleste y como no queremos invadir la intimidad ni las propiedades de nadie se le explica una y otra vez, se la aparta y "consentimos" sin demasiados problemas esa desobediencia parcial, esa insumisión, porque en el futuro sabrá cómo puede comportarse en casa, no obedecerá a nadie ni a nada sin cuestionarlo y aplicar su criterio primero (buena opción en la adolescencia, cuando el líder de sus amigos quiera llevarla por mal camino o tenga que tomar decisiones importantes), respetará a los demás y a nosotros, será libre y probablemente sabrá discernir entre el consejo, la recomendación, el buen hacer y la dichosa obediencia del que sí es maleducado.

 

domingo, 18 de diciembre de 2011

Con milongas al pediatra


    


    Se ve uno obligado. Sabemos que es un "experto" y hay quien lo sigue a pie juntillas, pero también se equivocan. Sobre todo cuando su diagnóstico se transmuta en juicio. Y el pediatra no está ahí para juzgar sobre la crianza de nuestros hijos. Yo lo veo así.

    Bajo el argumento de que determinadas conductas, según ellos, son nocivas para la salud y el comportamiento del niño, amparándose en el adoctrinamiento de una pedagogía pediátrica desfasada, superada y mentirosa, son capaces de decirte que no le des más el pecho "porque es demasiado mayor" (me da igual la edad que tenga el niño), que "no lo metas en la cama que será un niño dependiente", que "lo lleves a la guardería" o que "ignores su llanto" en no sé qué situaciones. 

   La culpa es nuestra. Muchos van al pediatra a que les digan lo que quieren escuchar. Esta es la España del victimismo, del abuso de la asistencia médica "gratuita" y del convencimiento reforzado. Y si es por un pediatra, por un "estudiado", mejor que mejor. ¡Cuántas madres acuden al médico para que les receten algo a su hijo! Sea lo que sea. Creo que la Pediatría podría ser el mejor campo de estudio para medicamentos placebos, no ya para medir las reacciones en los pequeños, sino en sus padres. Se quedan "contentos" si salen de la consulta con media docena de recetas bajo el brazo y si el médico de turno le ha dicho que tengan cuidado, que podría ponerse grave. Además, parece que la reputación del pediatra aumenta cuanto más medicamentos prescribe

    En cambio, si sales de la consulta "sin nada" te pregunta todo el mundo: -"¿Qué? ¿Qué tenía? ¿Qué le ha mandado?". - "Nada. Está resfriado dice. Y ni siquiera lo ha mirado bien, no me ha preguntado si come, si hace bien pipí… no le ha tomado la temperatura, no le ha mirado el oído, ni se ha dado cuenta de que mete el pie derecho.  Encima me ha despachado en cinco minutos y no le ha dado un guante para jugar. Es que siempre lo digo: es muy mal pediatra. Mañana, me cambio". Perdonen la exageración y no lo tomen en tono de burla porque no es así. No pretendo buscar la ofensa ni mucho menos el humor sarcástico. Sólo he reproducido una conversación casi calcada que escuché no hace mucho.

    Si está sano, estupendo. Si no hace falta recetar nada, mejor aún. Un resfriado, es un resfriado. La tos, la mayoría de las veces no es peligrosa y si se ha identificado como tal, no hacen falta antitusivos (que sí pueden agravar el problema) o expectorantes. Los mocos…. son amigos de los niños. Pero claro está, que es mejor prevenir  y no voy a defender la dejación, el abandono, la despreocupación de los que somos padres ante los síntomas de malestar de nuestros hijos. 

    Es difícil confiar a veces en el pediatra que va contra tus ideales de paternidad o maternidad. Es todavía más complicado cuando lees en las noticias las continuas negligencias en este ámbito. Lo es aún más si tu pediatra es apático y desagradable o si se ha equivocado alguna vez con el diagnóstico de tu hijo o el de alguien cercano. Pero no nos queda otra. O a estudiar medicina (también nos equivocaríamos eh).

    Pues no. Hay elecciones conscientes. Igual que nos informamos de qué colegio (o de cómo no llevarlo al colegio) es el mejor para nuestros hijos, qué tipo de prendas no le hacen daño para su dermatitis, qué alimentos le dan alergia, qué programas de televisión les dejamos ver y otros miles de asuntos más, deberíamos replantearnos a qué pediatra acudir, ya sean gratuitos (que trabajan para la Seguridad Social) o privados si es que se lo pueden permitir. Pero claro, si nuestro rasero son las recetas con las que nos vamos de la consulta, replanteárnoslo no va a hacer que mejoren los "aciertos" del médico o la salud del niño, salvo por pura casualidad. 

    Otras familias son muy conscientes de todo esto y están informadas e incluso formadas para tomar decisiones y plantarle cara al más pintado cuando se entrometen en su vida privada. A veces, sólo necesitamos realmente un medicamento recetado y ante la avalancha de preguntas indiscretas se le sueltan otras tantas milongas para que se lo crea, se calle y nos den el dichoso papelito para un analgésico necesario o un antibiótico, por ejemplo. Si no queremos enfadarnos. ¿Para qué carajo quiere saber el pediatra si mi hija duerme con nosotros si la consulta es por una otitis? Ni que durmiéramos en la bañera. "Un poné", como decimos por aquí, no es que haya sido mi caso. Afortunadamente mi hija sólo ha necesitado asistencia médica en un par de ocasiones en su casi dos preciosos añitos.

    Muy triste, pero así nos va. Las familias (algunas) contentas o no con sus recetas; los pediatras recetando a veces para tener contentas a esas familias; otros ejerciendo su profesión con mucha más profesionalidad; y algunas familias ejerciendo su paternidad y maternidad con enfados o con milongas al pediatra. 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Maternidad descafeinada. Sustitutos y mentiras

 
http://www.flickr.com/photos/melillamirada/3863393294/

    En toda regla está la excepción que la confirma. Relativizamos y cada cual tiene sus preferencias, sus motivos, su ignorancia, su crueldad y su buen hacer. No todo es blanco o negro, existen las medias tintas, los matices y puntualizaciones. Pero a la hora de dar mi opinión, no puedo publicar el Quijote en cada entrada y por eso soy tajante. Y os explico a lo que voy ahora.

    Hemos pasado de lo natural a lo artificial en un suspiro con la creencia de que es avance y progreso. Y quizás esto pueda valer en determinados ámbitos de la vida. No sabemos cribar lo nuevo importante de lo superfluo, banal e inservible. ¿Para qué queremos la copia cuando está ahí el original? Sólo se me ocurre una respuesta de entrada: para sustituir, poner en lugar de lo verdadero la imitación por las razones que sean, para mentir, para ocultar quién sabe qué.

    La mujer está preparada naturalmente para parir. No necesita libro de instrucciones. Podemos aprovechar la tecnología médica, entre otras cosas y como ejemplo, para hacer una ecografía (si es que no se demuestra que sea perjudicial algún día) o para reanimar a un recién nacido, que no es poco. Pero ¿por qué se ha llegado al punto en el que delegan el parto en manos de un equipo médico? El parto no es una patología. No es una enfermedad. Es un acto fisiológico, sexual; incluso puede llegar a ser casi orgásmico.  Y viviendo en la cultura del adoctrinamiento y el miedo, se sigue a las masas carentes de cordura y con poca confianza en sí mismas y su genética. La evolución humana ya ha provisto a la mujer de la sabiduría necesaria para dar a luz sin demasiada intermediación, más bien ninguna, pero ahora parece que no pueden parir si no es en un hospital, en un potro obstétrico, rodeada de ginecólogos, anestesistas, matronas, becarios y de todo el que lleve bata blanca. Si me apuran, hasta el pintor. Allí mete mano todo el que puede y quiere amparado en un protocolo. Siguiendo el mismo, rasuran el vello púbico, le ponen enemas para que defequen, pueden romperle la bolsa para acelerar el parto si el ritmo no es el que ellos deciden que es bueno, ponen vías, dejan a la mujer en ayuno, no le permiten parir en la postura más cómoda para ellas salvo que coincida que "esté cómoda en la silla de partos" (la litotomía es una de las peores posturas para dar a luz pero la más práctica para el médico), le pueden apretar con fuerza el vientre para empujar al niño al mundo (maniobra de Kristeller), le ponen epidural (casi siempre la culpable de partos instrumentales: fórceps, ventosas...) y oxitocina (sintética), la hormona del amor, que ya el cuerpo se encarga de producir naturalmente pero no acorde con cambios de turno, salas de dilatación llenas y colas para parir. Es curioso que los receptores encargados de recoger la oxitocina sintética "sepan diferenciarla" de la natural y por diversos mecanismos el cuerpo sufre una sobrecarga dolorosa de contracciones uterinas que pueden causar daños irreparables e incluso de peligro vital. Y todavía hay una percepción del parto natural como algo antiguo, desfasado, tribal e incluso temerario. No digamos ya la opción de parir en casa. Y lo que no saben, al igual que ignoran que son mujeres para todo y en esto entra el parir sin mediación, es que el parto medicalizado no tiene sentido, que el cambio del domicilio al hospital para las contracciones por ser un ambiente inóspito y desconocido, inseguro; que la epidural tiene más riesgos que beneficios, que alarga el proceso del parto innecesariamente; que parir a cuatro patas, sentada o de pie es más "placentero" , además de lógico; que no necesitan ponerse en manos de nadie porque sin saberlo, están preparadas para ello... y mil "anécdotas" más en las que me detendré una a una en futuras entradas. Les cortan la vagina (episiotomía) causando verdaderos traumas futuros a muchas mujeres que sufrirán de incontinencia urinaria, distrofia muscular, fobias, daños estéticos y psicológicos... Por no hablar de lo que vulgarmente se conoce (mal llamada) "cesárea vaginal". La violencia obstétrica está a la orden del día y además, organismos como la SEGO (Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia) tiene la poca vergüenza de reírse de ello, haciendo humor de estos asuntos y otros relacionados con el embarazo, el parto y el puerperio. Pronto saltó la repulsa a la palestra y surgió La Revolución de las Rosas, de la que también hablaré en otra entrada, más adelante.

    ¿Vale la pena cambiar el parto natural por el medicalizado? ¿Vale la pena subyugarse ante un "bajo tu responsabilidad" del médico de turno? Si todas las mujeres tuvieran la información necesaria y el Estado se preocupara de ello en vez de darles la autoridad del parto a quien no pare (los médicos) y permitirles su abuso de poder frente a la ignorancia y el miedo de quien daría la vida por el hijo que está a punto de nacer, se evitarían muchos de los problemas que al parecer surgen en los partos y que serían simples excepciones de la regla si no estuvieran intervenidos con la excusa de la prevención.

    Esta es la primera sustitución, llena de mentiras. A por la segunda y el resto (tranquilos, no las citaré todas: no hay espacio en la red).

    Nace el niño y se apresuran a cogerlo y cortar el cordón umbilical. ¿Sabían que late? Yo lo he podido comprobar con mis propias manos, ya que no lo solté ni dejé que lo cortara nadie hasta que toda la sangre de la placenta llegara a mi hija, para prevenirla de muchas enfermedades y dotarla de una enorme reserva de hierro (ríanse los laboratorios de sus gotitas sustitutorias) Si respetan a la mujer y al niño, pondrán a su hijo en el pecho de su madre, si no, se apresuran  de nuevo a secarlo, vestirlo... cuando no a aspirarle los orificios nasales, meterle un dedo en el culo (sí, así con todas las letras, para ver la permeabilidad anal)... como si no hubiera tiempo. Y pronto, la vacuna de la hepatitis B, inyección de vitamina K (se niegan a ofrecerla oral: otro pinchazo más, por si fueran pocos), colirio en los ojos (¿sabían que puede producirle incluso arritmias?)... ¡Despacio joder! El niño sólo necesita estar con su madre, piel con piel y cualquier sustituto que le dé calor, no sirve de nada: ni prendas, ni incubadoras (salvo niños muy prematuros). Tampoco sirve la excusa de no poner al bebé en el pecho de mamá si ha nacido por cesárea, "porque le han cortado la barriga, no el pecho", como bien dice Carlos González.

    Pocas horas después, probablemente quieran arrebatártelo para alguna prueba, para bañarlo bajo un grifo rápidamente (qué estupidez, porque además le quitan lo poco que le quede de vérmix -esa sustancia mantecosa en la que vienen envueltos- que sirve como termoregulador, entre otras muchas cosas) o para curarle el ombligo. Puesto que los padres tendrán que hacerlo los próximos días... ¿Quién mejor que ellos para sanarlo? Pues no. Casi seguro que ni te lo permitan. Nunca las manos de un enfermero o enfermera experimentado serán mejores que las de sus padres que tratan con ternura al bebé.

    Llegará el pediatra y querrá ver al niño en la cuna. En ese habitáculo de plástico, frío y desolador. No entiendo por qué muchas madres dejan al niño ahí, como si nada, cuando hace unos instantes estaban unidos entre sí. Sustituir el regazo y el cuerpo de una madre por una innecesaria cuna, es, además de cruel, una aberración contranatura. El bebé necesita a su madre todo el tiempo y durante unos meses, quizás años, en exclusiva, para cumplir ese período de "gestación exógena" que el cachorro humano requiere. Separar al bebé de la madre (a veces se los llevan a "nidos" durante la noche o tienen cunas adosadas a la pared con huecos por donde lo cogen a su antojo para cualquier asunto protocolario y casi siempre sin permiso expreso de los pares) es una barbaridad. Es de todos sabidos que si se quieren educar niños para la guerra, adoctrinar, hacerlos agresivos y despiadados, cuanto antes los separen de la madre, mejor. Ahí, además de en muchos otros aspectos, están las semillas de la violencia. ¿Por qué sustituir el calor de una madre? ¿Por qué sustituir el abrazo por una cuna? ¿Por qué la teta por un biberón? ¡Todo es de mentira!

    En las maternidades se ven a madres con sus bebés recién nacidos con chupe. Alguna enfermera incluso le ha recomendado un biberón ante la impaciencia de la subida de la leche o los berrinches del bebé con el calostro, que alimenta más que sacia. ¡Paciencia mamá! Otras madres lo tienen claro: nada de teta, es un sacrificio y además "su madre no tuvo leche, y ella tampoco la tendrá" ¡Mentiras y más mentiras! (esto da para una tesis entera). El bebé no coge la teta como chupe sino el chupe como teta. Es una imitación barata del pezón materno, precioso, preciso y una maravilla de la tecnología natural. El pecho (que hay que darlo a demanda), gracias a la oxitocina y la prolactina, combinando la duración entre las tomas, la intensidad de la mamada y otros factores, regula la cantidad de leche y cuanto más mama el bebé, más leche se produce, adaptándose además a la edad del niño. No hay razón para las malditas "ayudas". Si quieren ayudar, más teta. Los previene de enfermedades y tienen bastantes más nutrientes y componentes que la leche artificial de vaca (tratada). ¡Qué sabias son las vacas! Todavía no he visto a ninguna alimentarse de la leche materna de una mujer. Y además, se acaba de demostrar que contiene células madre (la materna, claro, valga la redundancia) ¿Qué marca mejora eso? ¿Por qué sustituir la leche materna por la artificial, que es menos beneficiosa, más cara y no viene en un envase tan bonito que la mantiene siempre a la temperatura idónea? ¿Por qué preparar un biberón cuando ya está lista la comida en los senos de una madre? ¿Por qué privar al bebé de ese contacto, ese vínculo, esa relación natural? ¿Por qué se suelta con tanta gratuidad un "mira qué hermoso está, para qué quiere la teta", o un "ya no le hace falta, la coge por vicio"? ¡Ignorancia supina! A veces incluso mala conciencia o autoconvencimiento.

    Y si seguimos, nos topamos con que no hay que llevar a los bebés en brazos (de lo que ya he hablado en otras entradas), que hay que ignorarles porque lo recomienda la Supernnazi, que hay que castigarlos para que "se porten bien" (eufemísticamente viene a decir que hagan lo que nosotros queramos cuando nos convenga porque podemos ejercer poder sobre ellos aunque haga falta emplear la humillación, las faltas de respeto e incluso la violencia: total, es un niño -¡qué cabritos somos!-), que no pueden dormir con nosotros, que hay que llevarlos a la guardería, que los tiene que educar el Estado en el colegio... Delegando la responsabilidad de una madre (y un padre) en quien sea y a costa de lo que sea. Y lo que es peor: convenciéndola de que "es lo que hay", que "esto es así", "es lo mejor para el niño".

    Todo ello, amparado por el consumismo de la cultura del plástico, que nos ofrece medicamentos, personal médico y artilugios para combatir la mala praxis del hospital; cunas, minicunas, hamacas, vigiladores... para mantener alejados de nosotros a los niños; chupetes, biberones y leche artificial; carritos, muñecos que simulan el latido del corazón, peluches que cantan nanas, taca tacas... Cualquier cosa que se pueda pagar cómodamente a plazos. Cualquier cosa que se pueda vender. Cualquier cosa que sea un sustituto y mentira para llevarnos de cabeza hacia una maternidad pobre y descafeinada.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Machismo y teta

 


    Si quieren verlo así, lo reconozco: soy un machista. Lo soy porque me encantaría que todas las madres estuvieran cuidando de sus hijos en casa como mínimo dos o tres años sin ver mermados sus ingresos, si es que antes trabajaban fuera del hogar. Y en el caso de que nuestro maldito Estado no aprobara la medida, que lo hicieran igualmente. Y en el caso de que no trabajaran antes fuera del hogar,  que recibieran una prestación. Sí, como antaño. El hombre (digamos hoy, la pareja, porque existen muchas lesbianas que conviven y tienen hijos) a trabajar y la madre en casa.

    Soy machista porque quiero que todos los pequeños del mundo puedan estar enganchados a la teta a destajo, sin horarios, a demanda y que madre e hijo disfruten del contacto piel con piel, del descanso, el juego, el amor. Que puedan consolar su llanto en el regazo de su madre, que crezcan juntos, rían, canten, bailen, se nutran juntos. Soy machista porque no quiero que una madre se separe de su hijo a los cuatro meses para dejarlo cuidar por familiares, amigos o en el peor de los casos, para aparcarlo en una guardería (si lo prefieren, escuela infantil, que suena más bonito). Me parece desgarrador, como si la desmembraran.

    Hay evidencia científica y estudios que avalan el hecho de que el hombre es una de las especies más dependiente al nacer. Incluso se hace referencia a nuestra evolución del mono, que camina a cuatro patas y luego alcanza el bipedismo, estrechándose en las hembras el canal del parto, por lo que no podrían alojar en su interior a un bebé lo suficientemente maduro y crecido sin provocarle la muerte en el parto. Digamos que necesita "nacer antes de tiempo", una "gestación exógena".

    En el útero está en un abrazo contínuo, con la temperatura idónea, correctamente alimentado, sintiendo a su madre, escuchando su latido incesante. Y cuando nace, viene "programado" genéticamente para sobrevivir y necesita madurar junto a ella todo ese tiempo que le falta. Se ha estudiado que la gestación debería durar en torno a quince meses. Y es curioso que la Organización Mundial de la Salud recomiende la lactancia materna en exclusiva "al menos" hasta los seis meses de edad. Hagan números: 9 (meses de gestación) + 6 (lactancia en exclusiva, brazos...) : 15. La niña bonita. Recuérdenlo.

    Pero ¿cómo va a dar de mamar a demanda una madre que trabaja fuera de casa al menos durante esos seis meses si a los cuatro ya se le acaba el permiso de maternidad? España es el culo del mundo en estas cuestiones. Hay países en los que son hasta varios años. Pero así vamos. Y no sólo se trata de alimentar con leche materna, que es lo mejor, evidentemente, y que se puede hacer extrayendo leche con sacaleches, almacenándola congelada y ofreciéndosela al bebé durante las horas que no está mamá en casa con vasitos, cuchara, jeringuilla... (lo hablamos otro día: biberón no); sino de que el niño reciba el calor y el contacto con quien lo ha parido, con quien lo ha llevado en sus entrañas, con quien forma parte de él y él de ella en una fusión vital.

    El Estado aporta supuestas medidas de conciliación del trabajo y la vida familiar. Retribuye con 100 euros mensuales a toda madre trabajadora como anticipo de la deducción por maternidad de la declaración de la renta. Que "todo el mundo sabe" que es para "ayudar" con los gastos de guardería o cuidadores del bebé. Está bien, no voy a criticarlo ahora con la que está cayendo (aunque puedo y lo haré en otro momento). Pero una medida real sería alargar el permiso de maternidad remunerado hasta los seis, nueve o doce meses (para empezar) y no callarnos la boca con 100 míseros euros hasta los tres años de edad. Así podrían cuidar ellas de sus hijos y no delegar esta función natural en desconocidos o familiares a los que no les corresponde, aunque probablemente lo harán encantados y con mucho cariño. Hay quien prefiere continuar su carrera profesional por vocación, un buen sueldo... y no pretende olvidar, aunque sea por unos años, los cruciales para el desarrollo del niño, en los que más necesita a su madre, su posición social porque le parece más importante que dedicarse a lo que la naturaleza ha previsto para ella: ser mamá: estar embarazada, parir, dar de mamar, criar y educar a sus hijos.

    Otra de sus "geniales" medidas es el permiso de lactancia. ¡Una hora al día! Y se creen generosos. La madre trabajadora puede optar por entrar a trabajar más tarde, salir antes, interrumpir la jornada... ¿Pero quién se cree que con una hora de permiso se puede mantener la lactancia a demanda? Aún así , muchas madres, casi lo consiguen. Si mamá estuviera en casa y papá trabajando, esto no ocurriría. ¡Machismo!

    Hay quien opta por la reducción de jornada de trabajo para el cuidado de un menor, que puede hacerse hasta los 8 años de edad del niño. Pero claro, la retribución disminuye en función del porcentaje de horas reducido. Y así, mil triquiñuelas tienen que hacer las que desean amamantar como se debe. Casi cuatro meses del permiso de maternidad, en torno a quince días si acumulan el permiso de lactancia, reducción de jornada, vacaciones y a veces excedencias (sin sueldo claro, la que puede permitírselo o la que ha sido muy previsora) para llegar a cinco o seis meses sin trabajar para cuidar de lo más importante de su vida: su hijo.

    Se dice que trabajamos para poder criar a los hijos, cuando lo que realmente se hace es dejar de criarlos para poder trabajar (esto lo leí en algún sitio). Queremos un tren de vida con lujos y caprichos innecesarios que enmascaramos como necesidades para nosotros y nuestros hijos y no es verdad. Otras veces, las familias hacen verdaderos esfuerzos simplemente para comer y pagar una hipoteca, no estoy hablando de estos casos, que los hay desgraciadamente y con la crisis, más. Lo que un niño necesita es a su madre. Y si está en casa, podrá alimentarse con teta; si papá trabaja, la madre también come. Y eso no es ser una mantenida. ¡Qué manido y rancio suena el término! Ya que ella mantiene con su pecho y cuida al hijo que ha venido al mundo fruto del amor de los dos y hasta puede (de hecho es así) que cuide la casa, la ropa, la comida de quien trabaja fuera... ¿Quién mantiene a quién?

    Y como siempre, me dejo en el tintero para no extenderme y aburrir, bastantes reflexiones sobre lo mismo: el dinero, las necesidades básicas del bebé y los padres, el trabajo, la calidad de vida, el tiempo de calidad, la opción de amamantar o no, el abuso de las prestaciones por quien no amamanta ni cuida a sus hijos, la mediocridad del Estado español, los problemas de la discriminación laboral de la mujer embarazada y madre... Pero yo no lo puedo remediar. Es que soy un machista en estos términos, si es que quieren verlo así, porque ya me lo han dicho a la cara unas cuantas veces y además, ni siquiera me sentí mal: me enorgullezco de ello. Con "mi machismo" y la teta, no juego

martes, 6 de diciembre de 2011

Quiero tener otro

 

 Un himno de los que defendemos un parto respetado y una crianza natural.


    Esta es la propuesta de mi mujer. Antes de bajar a escribir en el blog, me dice esto y se queda tan pancha. Aitana estaba en sus brazos plácidamente dormida. Preciosa. La he besado antes de ponerme frente a la pantalla y salir del salón. Me tiemblan las piernas de miedo. Mucho miedo.

    Sé que es una contradicción. O no. Aquel que entre en mi blog sabe que se respira un amor absoluto por mi hija. Inmenso, incondicional. Además me encantan los niños y siempre había querido ser padre de tres o cuatro. Curiosamente, cuando tenía 20 años decía que "todos los que me permitiera mi economia". Ahora me doy cuenta, sin ser ningún "millonatti", que no importa el dinero. A mí me importa el tiempo. Y el tiempo de calidad.

    Ahora que soy padre, conozco la responsabilidad y la dedicación que conlleva. No es ningún sacrificio. De hecho pienso que nací para ser papá: no hay nada que me llene más. He encontrado mi "elemento" (tributo a Ken Robinson) emocional en mi vida en ello y aunque renuncio a muchas de mis aficiones por el tiempo dedicado, veo lo importante que es para mí y lo fuerte que es el vínculo que tengo con mi hija. Me sirve para afianzar más aún si cabe lo que siento. Claro que me gustaría leer montañas de libros recostado en el sillón. Ya tendré tiempo. Y si no lo tengo, más me ha valido la pena cambiarlo por horas de risas bailando el chuchuwa con mi niña. Estoy ansioso de festivales flamencos, pero más me emociona ver cómo ni niña se pone sus tacones y menea su cuerpo mientras le jaleo. Sueño con viajes por Asia en plan mochilero, pero mi hija me hace soñar cuando me revuelco con ella en el parque, cuando preparamos entre los dos la comida, cuando se duerme en mis brazos, cuando me corretea para que la pille...

    Temo que con otro bebé en casa no pueda dedicarle el tiempo que necesita y al que está acostumbrada. Me cuesta repartirme cuando se trata de Aitana. Quiero ser padre en exclusiva. No sé además si es una postura egoísta o solidaria. Por más que lo pienso, no acabo de decidirme de una vez. Todo el mundo me dice que les inunda la duda de si van a querer igual a su futuro hijo cuando saben lo inconmesurable que es el amor, la pasión que tienen por el primero. Pero que después se disipa y hay para todos. Que el pequeño se hace mayor y su independencia provoca que no requiera la misma dedicación. No acabo de creérmelo. Siempre hay un trato distinto. Y no es que sea malo, pero a veces alguno se siente desfavorecido o lo es en sí. No quiero perjudicar a Aitana y tampoco al que llega. Me encantaría darle lo mismo a ella que a su futura hermana o hermano (no me refiero en ningún momento a lo material) y tengo la impresión de que no sabré hacerlo o que sencillamente no se puede, al menos desde la crianza que defiendo.

    Después veo otras parejas con más de un hijo y me tranquilizan. Pero aún así, tengo miedo a equivocarme y a las posibles complicaciones de un parto, problemas congénitos acarreados por mi enfermedad, que sea un parto no respetado, que surjan inconvenientes para mi mujer... Los quiero demasiado para correr riesgos. Y en el fondo, estoy deseando vivir de nuevo experiencias similares. O quizás mejores. ¡Aitana ha puesto el listón tan alto! Puede que no esté muy acertado y no haya un mejor ni peor, sino sólo un distinto. Nada más que eso. El pánico se apodera de mí aunque es más que probable que me quite esta coraza, me deje llevar por mi instinto y nos pongamos manos a la obra. Bueno, con las manos no se hacen los niños, pero es un decir: ustedes me entienden. Las manos para acariciar.

    Y no sé por qué (o sí) aireo tan fácilmente mis intenciones y mi vida, pero ya tengo confianza contigo. Me gusta que se me vea el plumero (no confundir con la pluma, que no hay). Porque si voy de frente, todo el mundo me conoce. Y hay muchos a los que creo conocer y después no es así. No pierdo nada, por más que haya a quien le parezca todo esto sensiblería barata. Me da igual. Prefiero llegarle a alguien que vive con esta intensidad la paternidad y la maternidad a pesar de que en el camino haga el ridículo para otros cuyos intereses son bien distintos. Y estoy seguro de que lo que siento ante el "quiero tener otro" de mi mujer, lo han sentido y lo sentirán más padres que miman. Con que sirva mi reflexión en alto para acompañar a un padre (o una madre) indeciso como yo, me siento más que satisfecho. Y no doy soluciones ni sé cuál es el mejor camino ahora. Sólo me abro en la red y os dejo entrar. A deshojar la margarita (no es tan sencillo: se trata de dar vida): ¿lo tengo o no lo tengo?