domingo, 28 de octubre de 2012

La voz materna


    Hoy cedo mi sitio para compartir una entrada de un blog amigo que me gusta muchísimo. Se trata de  Mi mamá me canta , de Laura Nogueras, a quien desde aquí le agradezco sus artículos, comentarios y el buen trato con el que siempre intercambiamos ideas en nuestros mails. Gracias Laura.



  Cuando hace cuatro años estaba embarazada de mi primer hijo, como muchas madres primerizas, leí numerosos libros sobre temas relacionados con los bebés. Entre otros, cayó en mis manos El Efecto Mozart para niños, escrito por Don Campbell (editorial Urano). En éste leí por primera vez sobre la importancia de la voz materna para el correcto desarrollo intelectual, físico y afectivo de los recién nacidos.

El oído del bebé intrauterino empieza a funcionar entre el 4º y el 5º mes de gestación. Los primeros sonidos que percibe son los que provienen del organismo en el cual se está desarrollando (sobre todo, el del latido del corazón) y los de la voz de su madre.

Hasta que nazca, y durante varias semanas más, la voz materna será el sonido más importante y atractivo que oiga. Mediante su voz, la madre podrá “conectar” con su hijo aún no nacido. Sin duda, ésta reforzará el vínculo entre ambos. Además, durante su vida intrauterina, el bebé estará atento a todos los aspectos del tono de voz y de la entonación del habla de la madre, lo cual le llevará a “grabar” su idioma materno y, en consecuencia, a preferirlo por encima de los demás cuando nazca y a cimentar su aprendizaje.

La voz de la madre gestante se vuelve aún más especial para su hijo cuando ésta lecanta. Según D. Campbell, cantar hace circular vibraciones energéticas por los músculos y los huesos tanto de la madre como del hijo, produciendo una sensación de masaje interno entre madre y bebé. Esto proporcionará a ambos una sensación de tranquilidad y bienestar que, por otro lado, es fundamental para el correcto desarrollo del niño (en todos los sentidos) dentro del útero.

Muchas madres consideran que su voz no es bonita o afinada y que, por tanto, no va a ser positivo cantar a sus hijos. En realidad, no hace falta cantar perfectamente. Lo más importante para un bebé es el contacto amoroso con su madre, a todos los niveles . Para él, su madre es la persona más especial del mundo y su voz (igual que su olor, que su tacto, que su leche...), insuperable.

En el momento del nacimiento, desde el primer momento que la madre tiene en brazos al bebé, se siente, de manera totalmente espontánea y natural, el deseo de cantarle. En este sentido, puedo explicar que al cabo de un tiempo de nacer Héctor, mi hijo mayor, ví un vídeo que su padre gravó unos minutos después de que yo diera a luz, mientras ambos estábamos “piel con piel”. Héctor lloraba desesperadamente y yo, instintivamente, empecé a cantarle para que se tranquilizara; la verdad es que no recordaba haberlo hecho (quien haya pasado por un parto sabrá que, por la intensidad del momento, hay muchos detalles que se olvidan...), pero me pareció muy bonito ver que los primeros minutos de mi vida como madre los pasé cantando a mi hijo (¡ y ya os expliqué lo bien que canta élahora!).

Durante las primeras semanas de un bebé, el canto de la madre es, quizá, aquello que más le tranquiliza; sin duda, éste les hace recordar su paradisíaca vida dentro del útero. Además, según investigaciones recientes, el canto materno es, seguramente, la mejor iniciación musical que un niño puede tener (podéis leer sobre esto en el libro ¿Se nace musical? de Johannella Tafuri, de la editorial Graó). Parece ser que los niños cuyas madres les han cantado tanto durante su periodo de gestación como durante los primeros meses/años de vida, desarrollan más y mejor su oído y su musicalidad y que, por tanto, tienen una mejor base tanto para cantar como para tocar un instrumento.

De hecho, el canto materno se ha utilizado, incluso, como una “herramienta” terapéutica en el Método Tomatis, tal y como podéis leer aquí.

Para acabar esta entrada, quisiera compartir con vosotr@s una cita de Enrique Morente, que, en pocas palabras, resume lo comentado:

“El cante me viene de mi madre. Ella no era cantaora, pero de su voz viene todo. De ahí procede”

domingo, 14 de octubre de 2012

De vuelta a las (j)aulas


    Nos pasamos la vida reprimiendo la libertad de los niños. Abusamos del poder que como adultos presuponemos que nos corresponde y en aras de su bienestar o de un futuro prometedor, de un mañana en el que serán personas "bien educadas", nos cargamos la infancia. Por culpa de nuestros miedos, de nuestras frustraciones, de nuestra infelicidad, de nuestro "querer aparentar"... descargamos en ellos todo nuestro malestar. Entiendo y supongo que inconscientemente.

    Nos pasamos la vida enjaulándolos, apartándolos de nosotros cuando nos necesitan y llamándolos cuando no vienen porque ya se han ido. El otro día leí no sé dónde que la maestra llamó a tutorías a una familia porque tenía que "mandar a callar" a su hija muchas veces en clase. Pero curiosamente luego les recomendó que para mejorar su fluidez verbal le dieran la máxima conversación posible ¿? También encierran su voz , su emotividad, su pensamiento... Represión y más represión.

    Se aparcan a los niños en el colegio. Muchas familias pensando además que es lo mejor para ellos. Al igual que piensan que es malo cogerlos en brazos o atender su llanto, entre otras muchas cosas. Pero, empecemos por el principio.

    Nacemos y nos meten en una cuna de plástico esterilizada en el hospital. Nos llevan en un maxi cossi de última moda, o en un Moisés hasta casa. Para dormir, en una cuna con barrotes. Para jugar durante el día, en un parque de juegos. La siesta en la mini cuna, el paseo en el carrito, a comer en la trona... Con pocos meses a la guardería, sin mamá, ni papá ni ninguna figura de apego familiar (o no), con unos exteriores perfectamente vallados. Por las tardes, al parque: de nuevo delimitado y "acordonado". Más "mayorcitos" (con sólo tres años) al colegio que, por cierto, recuerda incluso en su estructura arquitectónica a las fábricas y las cárceles: ¡Qué casualidad! Largos pasillos o patios interiores que albergan galerías en varias plantas con clases llenas de presos... Digo, de niños, que se mueven a golpe de timbre -o se quedan sentados esperando al nuevo profesor- (cuando quizás están más entusiasmados algunos, otros no: los que están deseando que acabe, que son la mayoría) para cambiar de tarea o asignatura. Un ratito para el esparcimiento y desayuno (el bocadillo de la fábrica o el patio de los reos) y a seguir. Después las actividades extraescolares, que paradójicamente, muchas de ellas son el "refuerzo" de las escolares. Otras muchas, no elegidas por los niños y algunas en las que se divierten. ¿Dónde está el tiempo libre? ¡Ah! No se preocupen porque seguro que después de hacer los deberes, sus padres les dejarán ver un par de horas la televisión. La cena, la ducha (si es posible a la misma hora siempre), a ver los Lunnys y a dormir "(...) que tus padres quieren vivir". Como diría la sintonía de "El Hormiguero".

    El verano casi siempre es otra cosa: vacaciones, tiempo libre, naturaleza, playa, correr, saltar, leer y hacer lo que al niño le apetece, le gusta y quiere. No hay tantas barreras. Y los padres, algo menos estresados del trabajo diario, los objetivos y el horario, se dejan llevar y a veces hasta son felices incumpliendo las normas con sus hijos.

    Es normal que haya tantos llantos, depresiones y problemas de todo tipo cuando los niños están de vuelta a las jaulas. 

   Para reflexionar un poco, vamos. Otro día (mañana mismo, porque el cole da mucho de qué hablar) ahondaremos en estos asuntos. Es sólo... "un poné", digamos. Digamos los andaluces, ya saben, claro.